domingo, 22 de agosto de 2010

Terapias alternativas

"Lo mejor de este oficio es que gente que tiene problemas mucho más serios que el fútbol, que vive la crisis de manera brutal o se enfrenta a dramas particulares, por un rato vibran, olvidan, celebran, gracias a este juego".

Josep Guardiola

http://www.elpais.com/articulo/portada/Guardiola/hijo/paleta/elpepusoceps/20100822elpepspor_11/Tes


miércoles, 11 de agosto de 2010

Pánico

Llevo días pensando en escribir sobre esto y lo primero que me vino a la cabeza fue el cuento de "Juan sin miedo", aunque tras comprobar la versión original de los hermanos Grimm cuál ha sido mi sorpresa que ésta no coincide con la que tenía almacenada en mi memoria. No recuerdo bien quién me contó la que yo recordaba aunque con casi toda seguridad será una versión más "maristera" (por aquello de la congregación religiosa dedicada a la educación). Fueron muchos años los que viví en mi infancia y pubertad bajo la singular visión de esta orden religiosa y supongo que dejando de lado, por sueña tortillas (la palabra en catalán es más adecuada "somniatruitas"), a los mismísimos Grimm adecuaron determinados cuentos a su ideario. Aquella versión se iniciaba con la misma introducción que el original. Juan era un muchacho que constantemente reclamaba que alguien le aleccionara sobre el miedo ya que desconocía tan terrible, según otros, sensación. En la versión que recordaba una bruja le cortaba al anochecer la cabeza a Juan y así debía de transcurrir toda la noche con la cabeza separada del cuerpo y la conciencia plena y pese a lo traumático en ningún momento él sentía miedo. A la mañana siguiente con un ungüento especial la bruja le volvía a unir la cabeza al cuerpo mientras ésta le preguntaba si había conocido, por fin, el miedo. El episodio se repetía noche tras noche hasta que al final la bruja, por un despiste, le unió a la cabeza al revés, es decir, con la cara mirando hacia atrás y fue entonces cuando realmente descubrió el miedo. Pocas moralejas se podrían extraer del porqué Juan descubrió el miedo si cuando miraba hacia abajo se veía el culo. En todo caso intrigante la versión marista. El relato de los hermanos Grimm cuenta que Juan marchó de la granja familiar en busca del miedo hasta que acogiéndose a la oferta de un rey que ponía la mano de su hija a disposición de aquel que fuera capaz de pasar tres noches en un castillo encantado y tras enfrentarse a fantasmas, monstruos imaginables y espeluznantes escenas oníricas sintió miedo cuando una mañana la princesa le tiró por encima una jarra de agua fría mientras él dormía.

Sea como sea y excusándome por la coincidencia con el nombre del protagonista del cuento, el miedo es una sensación real que dependiendo de cada cual podremos gestionar de una manera u otra. No puedo decir como el protagonista del cuento que no conozco esa sensación, o mejor dicho, que no la conociera con anterioridad a contraer la enfermedad, aunque tampoco puedo decir todo lo contrario, es decir, que sea alguien extremadamente temeroso de una cosa u otra. Creo que muchas veces la propia inconsciencia de determinados peligros hace que se ausente esa sensación del miedo y que corramos auténticos peligros sin ser conscientes en absoluto de ellos. Desde luego la vida sería insoportable si ante cada acto o decisión dejáramos abatirnos por el miedo que simplemente, como dicen algunos sabios, paraliza por completo. Si tuviera que describir esas sensaciones personales sobre el miedo vivido tendría que echar mano, como muchas otras veces, a las referencias cinematográficas, y es que reconozco que películas como "La matanza en Texas" o "El resplandor" no he podido jamás verlas enteras. Pero quizás ahí resida un poco el límite de pasar del miedo al pánico ya que en una situación normal tienes la opción de elegir de "sigo viendo la película" y por lo tanto "sigo padeciendo el miedo voluntariamente" o por el contrario "me levanto" y dejo de padecer esa sensación.

Pero el miedo es incluso una sensación que voluntariamente podemos alimentar nosotros mismos. Nuestra imaginación puede ser tan potente desarrollando mentalmente hipotéticas situaciones que podemos crear un sentimiento de miedo y de todos sus sinónimos. Quiero decir que podemos tener miedo a imaginar un dolor que en este momento no tenemos o la enfermedad de alguien querido y cuando ese miedo imaginado se multiplica por la impotencia que conlleva la inmovilidad total, que no sólo implica no poder rascarnos nuestra propia oreja, sino que además incrementa el terror de no poder acudir a la ayuda física de nadie por muy cercano materialmente que esté de nosotros. Recuerdo una escena de "Mar adentro" en la que el protagonista tiene a tan sólo un palmo su mano de la de sus seres más queridos y pronuncia la frase... "tan cerca y a la vez tan lejos", por la imposibilidad física de mover ni un sólo milímetro su mano para alcanzar la de cualquier otro. Pero ese miedo podemos educarlo, podemos hasta cierto punto controlarlo porque no deja de ser una suposición que nuestra propia mente ha creado malévolamente, independientemente de que esa suposición acabe cumpliéndose o no, pero que analizado fríamente, según como, es absurdo preocuparse por algo sobre lo que no tenemos control de sí sucede o no. A propósito de esta última reflexión recuerdo una conversación con mi hijo mayor en la que me preguntaba que si en el caso de que alguien me hubiese dicho que en base de las pruebas genéticas que me han realizado a raíz de la enfermedad de que existiera la posibilidad de que él también pudiera contraerla si se lo comunicaría, dando él por sobreentendido que al margen de mi decisión de decírselo o no yo tenía la obligación de hacérselo saber. Al margen de que los resultados de las pruebas que me han hecho indican de que no tiene por qué pasar, de la misma manera que tampoco tenía yo ningún antecedente familiar de lo que me ha pasado, la pregunta del millón sería... ¿condicionaría el resto de su vida disponer de esa información convertida en sentencia en el caso de que tuviera probabilidades de contraerla?, ¿Hasta qué punto esa información podría convertirse en una especie de miedo que le acompañaría el resto de su vida? Ese sería motivo para otro debate bastante más conceptual.

Pueden existir otros tipos de miedo o más bien otro tipo de situaciones que nos crearan miedo y muchas veces, volvemos a lo mismo, es creado por el conocimiento específico de determinadas cosas sobre aquello que nos acontece en el tiempo actual. Pero como panacea existiría el inmediato o mejor sería decir el que padecemos en el mismo momento que determinada situación nos genera, parecido al que sentimos cuando vemos una película de terror en el que el pensamiento prácticamente desaparece y el miedo se genera única y exclusivamente con la visión de aquello que tenemos delante. Aquí la imaginación no tiene hueco, no tiene lugar ya que casi se anula incluso el propio pensamiento que nos impide controlar esa sensación convertida por algunos en placer y al cual se abandonan (me refiero a los que les gusta el cine de terror).

Pero superando esa línea de lo controlable el miedo se convierte en pánico. El pánico no tiene control. Lo descubrí el día que sentado ante el ordenador y solo en casa empecé a sentir un sudor frío y la aceleración del ritmo cardiaco, sumando una sensación de desamparo total ya que tomé conciencia irreversible de que ante cualquier contingencia sería incapaz de reaccionar por mí sólo o hacer algo para evitar cualquier cosa por no disponer de asistencia inmediata por parte de nadie. Allí estaba solo ante la pantalla del ordenador que por suerte disponía de conexión a Internet y mi única defensa y recurso era mi voz con la que podía controlar el engendro y el precario y solitario movimiento de un solo dedo de mi mano derecha que me permitía hacer el clic en el ratón. Me faltaba el aire y no era por un tema de insuficiencia respiratoria crónica que en el futuro adquiriría sino por el pavor que me causaba aquella situación real y no imaginaria. Era tanta la parálisis que incluso afectaba al propio pensamiento para buscar una solución y tardé cinco minutos en reaccionar sometido a aquella especie de catarsis física. Por suerte en aquel mismo instante un amigo estaba conectado al Messenger y pude pedirle que llamara por teléfono a Eva que estaba en la peluquería a poco menos de 50 m del portal de casa.

Aquel día pensé que iba a morir, solo, desesperado, pero no. Aquel día descubrí que una vez traspasada esa línea del miedo al pánico no hay retorno. Por alguna razón que no sé explicar algún tipo de circuito interno, algún determinado grupo de neuronas, se deterioran de tal manera que no cabe la recuperación y en el momento más inoportuno aunque no del todo injustificado puede repetirse el episodio. Digo no del todo injustificado porque a raíz de aquel primer ataque de pánico nunca más he vuelto a quedarme solo en casa, pero la concatenación de determinados elementos hace que vuelva a generarse otro episodio de pánico sin poderlo controlar. Y la diferencia real entre miedo y pánico es simplemente que el pánico es absolutamente incontrolable, por mucho que uno intente razonar el episodio se pierde el control por lo que realmente se justifica la avería a la cual me refería.

Hace aproximadamente una semana en la televisión autonómica catalana hicieron un programa sobre el miedo dentro de una serie titulada "Bricolaje emocional". Buenas argumentaciones las que se exponen en el programa pero con bastantes tintes de demagogia culta y floral, ya que lo único que puede mitigar la aparición de esos brotes de pánico, que en algunos casos incluso pueden llegar a prevenirse, son una buena dosis de tranquilizantes que te dejen durante un poco de tiempo fuera de servicio mental.

http://www.tv3.cat/videos/3021030

No tengo mucha fe en la psicología o tal vez sea que no tenga mucha fe en los profesionales que se dedican a ella. Ya hice referencias en un apunte anterior titulado "La mosca". Por mucho que un psicólogo me diga que no tengo que tener miedo a determinados pensamientos dudo mucho que pueda entenderme sin haber pasado por una situación similar a la nuestra. Quiero decir que nosotros podemos hacer el esfuerzo de entender que nos apliquen una metodología estudiada en una facultad, pero difícilmente ellos pueden imaginarse a ellos mismos ni tan sólo cinco minutos dentro de nuestro cuerpo o dentro de nuestra mente, algo que sinceramente y personalmente considero imprescindible para entender de qué hablamos.

Incluyo el enlace que he encontrado en la Wikipedia sobre los ataques de pánico. La descripción es realmente buena.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ataque_de_p%C3%A1nico

Quizás toda esta disertación no sea excesivamente relevante ya que es una experiencia personal y tal vez intransferible, pero visto con la perspectiva que el tiempo transcurrido nos proporciona sí pueda servir para evitar, en la medida de lo posible, situaciones previsibles y hasta cierto punto lógicas que podrían haberse evitado perfectamente.