viernes, 23 de julio de 2010

La ropa

Hoy hablaremos de la ropa, del vestir. Me viene a la cabeza la típica imagen de la evolución del hombre en la que a la izquierda y a cuatro patas aparece el simio cubierto de pelo y que poco a poco va enderezándose hasta caminar erguido. Para visualizar el proceso de una enfermedad neurodegenerativa tendríamos que empezar colocando la imagen de la derecha totalmente a la izquierda hasta concluir con la imagen de alguien sentado en una silla de ruedas. En ese proceso de adaptación, y porque no, también de evolución, influyen mucho las prendas de vestir que mejor se adaptarán a cada paso de esa evolución. Para que se me entienda podríamos visualizar a alguien sentado en una silla de ruedas con traje y corbata, y los hay. Ahora mismo me viene a la cabeza que el actual ministro de economía del gobierno alemán es parapléjico, pero, sinceramente, no creo que una americana sea nada cómoda de llevar sentado en una silla de ruedas. Y que conste que no critico la corbata, que para odiarla tampoco hace falta ser ningún discapacitado. Espero que al acabar con este apunte se me entienda de lo que estoy hablando.

Empezaremos, como no, por los pies para ir subiendo y acabar en la cabeza. Cuando las piernas empiezan a pesar el tipo de zapatos que empleemos nos podrá alargar la agonía por un más que respetable tiempo. Se trata de buscar algún tipo de calzado lo más ligero posible en cuanto a peso se refiere. También es importante que la parte delantera de la suela no sobresalga nada o lo más mínimo posible del propio perfil del zapato para evitar en la medida de lo posible los tropezones. Es algo muy sutil pero cuando las piernas pesan sólo tenemos una referencia hasta la punta de nuestros dedos gordos del pie, así que todo lo que sobresalga de ese punto queda, por decirlo de alguna manera, fuera de nuestro control sensorial. Hay que pensar que llegará el día en que, más que andar, arrastraremos los pies por lo que hay que vigilar con aquello con lo que podamos tropezar.



Luego si tenemos dificultad con las manos podemos también ir pensando en utilizar un calzado provisto de cremalleras o Velcro en lugar de los típicos cordones. Ya nadie se acuerda de lo que nos costó aprender a atarnos los cordones de los zapatos cuando éramos niños, pero los que hemos tenido hijos hemos tenido la oportunidad de volver a comprobar la dificultad que eso conlleva, así que si se atontan las manos los estados de desesperación pueden aumentar y hay que intentar evitarlos. Pero llegado el punto en el que por fuerza nos tengamos que sentar para siempre hay que pensar que ante la ausencia del peso de nuestro cuerpo los pies acabarán deformándose de forma irregular, es decir, cada pie será un caso, por lo que más tarde o más temprano tendremos que ir sustituyendo los zapatos anteriores por otros. Por propia experiencia, a la conclusión a la que he llegado es que lo más adecuado es comprar zapatos dos o tres tallas más grande de la que usábamos cuando andábamos. A más a más y en la mayoría de los casos lo recomendable es incluso quitar las plantillas de espuma interiores que casi todos incorporan para que el zapato acepte la deformación del pie y también el más que probable hinchazón, especialmente en verano, debido a la falta de irrigación sanguínea por la ausencia de movimiento. Ahora bien, encontrar la combinación de todos estos detalles es realmente difícil. En cuanto a los calcetines reconozco ser un auténtico maniático y no soporto otros que no sean de 100% algodón o de hilo lo más fino posible, incluso en invierno. Siempre cabe la posibilidad de poner dos en esa época del año si no podemos soportar el frío.

Bien, llegamos a la cintura y lo haremos de fuera hacia dentro. Empezamos por los pantalones. Como todo, esto también acompañará a la evolución de lo que nos acecha. En mi caso, como he repetido en múltiples ocasiones, los primeros síntomas de la enfermedad se manifestaron en mis brazos por lo que las primeras dificultades ya las habíamos comentado en el apunte escatológico anterior. De sobras es conocido por todos el Velcro pero habría que hacer un poema para ensalzar las bondades del invento. Al margen de lo que ya está contando, durante un tiempo tuve que recurrir a pantalones que tuvieran los bolsillos delanteros en forma de "sonrisa", como dice Eva, pero que podemos encontrar en todos los tejanos o jeans.



La razón es tan simple como poder colgar de esos bolsillos el dedo gordo de la mano o poder poner dentro la mano entera en una posición lo más natural posible para poder andar sin llevar los brazos colgando a merced de cualquier movimiento no deseado. Luego cuando tengamos que permanecer para siempre sentados hay que ir a buscar pantalones anchos, que no aprieten la cintura, sin bolsillos; ni laterales, ni anteriores, ni posteriores, ya que cualquier costura puede llegar a ser tan sumamente impertinente que acabe produciéndonos dolor. Tampoco serán necesarias las presillas para el cinturón ya que el riesgo que el pantalón se nos venga abajo será nulo. Una buena opción también es buscar pantalones unas cuantas tallas por encima de la nuestra, pero ahora es el momento de hacer recomendaciones gratuitas ya que desde hace bastante tiempo encargamos los pantalones en la única empresa que he sabido encontrar en la red que se dedica casi en exclusiva a confeccionar ropa para discapacitados MAXVIDA.

Se puede escoger el tejido por aquello del verano o del invierno y el pantalón tiene un tiro o mejor dicho la longitud de la cremallera más larga de lo normal por lo que la abertura es mayor que la de un pantalón normal algo que facilita mucho el quitar y el poner el pantalón y en el caso de los hombres la accesibilidad para hacer pipí. También el tiro es diferente en la parte anterior que en la posterior siendo esta última más larga con el fin de evitar que la parte posterior del pantalón nos quede en los puntos de presión cuando estamos sentados o algo tumbados por lo que la cintura de la prenda nos queda por encima de la rabadilla o por encima de donde la espalda pierde su nombre. Tampoco es necesario que nos preocupemos en que acierten con los bajos ya que sentados no nos vamos a pisar los talones. Los pantalones de chándal son una alternativa cómoda, pero nos costará encontrarlos exentos de bolsillos y/o de algodón. Reconozco que a mí personalmente no me gustan por una cuestión de concepto en el que tampoco conviene ahora extenderse. Hurguemos en el interior hasta tropezarnos con los calzoncillos. Sería cuestión de gustos empezar con el debate de que es mejor; si slips o bóxers. En otras épocas de mi vida no cabría la discusión pero ahora me decanto por los bóxers para evitar rozaduras o la presión incómoda de los elásticos en las ingles. Aunque en un principio podríamos pensar en la teoría de que todo aquello que se ajuste al cuerpo evitará la creación de dobleces incómodos la presión de determinados elásticos se me presentan como insoportables. Luego, la elección de la composición del tejido ya que las fibras sintéticas son de cuestionable transpiración por lo que recomiendo el 100% algodón. Tras una búsqueda titánica sólo hemos encontrado una marca que cumpla con lo anterior y que además tenga una ventaja añadida que es que no tiene una costura central en la parte posterior. La única objeción es otra vez el elástico de la cintura que aunque se escojan tallas mayores de las necesarias aprietan en exceso a los que tenemos barriga cervecera. También tienen la clásica abertura delantera con botón para sacar al pajarito y cambiar el aceite de las olivas. No obstante, para evitar la presión del elástico hemos hecho una adaptación, bueno las amigas de Eva de "La yaya costurera", que consiste en cambiar la goma original por una cinta de la medida de todo el perímetro de la cintura del calzoncillo, así no aprieta nada la zona abdominal.

Llegamos al tronco y empezaremos centrándonos en la estación del frío, en invierno. Aquí deberemos aplicar la teoría de las tres capas, es decir, aquella que dice que con tres prendas podríamos y deberíamos soportar los rigores del frío y pensando que la tercera capa es exclusivamente para salir a la calle. Partiendo de dentro hacia fuera, la primera capa debería ser aquella que indistintamente de manga larga o de manga corta está pegada directamente a la piel, y cómo no, de algodón, por aquello que "entre algodones" deberíamos estar todos.



Podemos encontrarlas de diferentes grosores de tejido pero aquí sí que conviene que esté lo más ajustada posible al cuerpo por aquello de evitar al máximo que se produzcan las incómodas arrugas para los que tenemos siempre la espalda apoyada. Mis favoritas son las de cuello redondo o cuello "perkins". Existen tejidos sintéticos que podríamos calificarlos como más "técnicos" como polares de grosor más finos que se utilizan en actividades al aire libre pero siempre he tenido esa sensación de que lo sintético tiene su dificultad de transpiración. Otro detalle importante es que la camiseta que utilicemos como primera capa sea lo suficientemente larga como para que llegue lo más abajo posible de la espalda. Como segunda capa no me queda otro remedio que reivindicar los forros polares y en concreto los de la marca Quechua del Detcathlon, de polyester que según dicen están hechos con botellas de plástico recicladas (PET).


Abrigan y son baratos, y lo más importante es que no tienen ningún tipo de costura en la espalda. Es difícil encontrar camisas que no tengan costuras transversales en la espalda u otras más decorativas, aparte del engorro añadido de quien nos tiene que ayudar a vestir y que tendrá que embotonarlas. Para las transiciones del invierno a verano y viceversa podemos recurrir a polos de manga larga y que el cuello, al ser fino, no nos molestará al apoyar el cogote. Y una vez llegado el verano la opción más cómoda y refrescante son las camisetas, de algodón, claro, y si queremos ir un poco más elegantes podremos recurrir a los polos de manga corta también de algodón.

Y para la tercera capa sólo me queda decir que como tampoco tendremos que ir por la vida luciendo tipo ni nada de eso lo mejor es recurrir a chaquetas o cazadoras que no sean excesivamente largas para que no sea incompatible con el hecho de ir en silla de ruedas y que dificultaría, también, el ponerlas o el quitarlas. No estaría mal para cuando tuviéramos que salir a la calle en invierno unos guantes de lana y un gorro también de lana ya que dicen que por la cabeza se disipa el 25% del calor corporal.